César llegó, puntual y todo estaba calculado desde la sesión
preparatoria: obturación, diafragma, cámara, ventanas de iluminación, geles de
colores, posiciones en el suelo, alfombras…
Yolanda se centró en el la escenografía, puliendo las
estanterías para producir orden, simultáneamente, subía a ver a Antonio que
maquillaba a César y lanzaba algunas fotos (qué talento en la mirada)…
Dani recolocaba la cámara, se paseaba por la escena,
inquieto. Nacho tomaba mediciones de la iluminación, calculando relaciones
imposibles para conseguir la atmósfera del cretense. Mientras, Uge reorganizaba
la imagen, matizando, recomponiendo. Yo estaba de espaldas a la toma, porque no
quería ver la realidad, salvo a través del ordenador que me daría la versión
final y me empeñaba en la colocación exacta de los libros en el suelo.
Chema nos facilitaba libros antiguos, Pablo nos ayudaba con
todas las cuestiones que le solicitábamos: enchufes, toma de corriente, una
cuerda, etc. Y decía una y otra vez, “estupendo, venga”.
Apareció César con el hábito diseñado por Antonio. Todo fue
rápido, unas correcciones mínimas y todo quedó en tiempo record tal y como
habíamos planificado. El trabajo preparatorio había rendido sus frutos.
Aplausos, emoción.
Sesión cerrada. Próxima sesión: “La Visitación”, jueves
previa, esta vez, fuera del estudio, envueltos en el Toledo monumental.
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